Bailad, bailad...
Por una de esas casualidades que da el zappeo compulsivo, cuando terminaba de ver la película American Dreamz (una parodía fallida de todos esos programas que crean o rescatan famosos), mis ojos fueron a parar a la Primera donde la cada vez más estomagante Ane Igartiburu presentaba a la nieta de un dictador que tuvo España bailando un chachacha o cualquier otro baile de esos en los que ellas van ligeritas de ropa.
No me voy a detener en analizar la vestimenta de la señora (las transparencias a ciertas edades deberían estar prohibidas por decreto) sino en la nula capacidad de la rolliza concursante para poner un pie delante del otro. No es que quiera ser jurado del concurso ni que mis habilidades danzatorias me permitan emitir juicios sino que el espéctaculo era tan patético que estabas deseando que sus dos minutos terminaran para que su partenere no tuviese que seguir paseando ese pekines obeso y borracho.
No se si hay alguna posibilidad de que gane el concurso la nietisima. En cualquier caso, me pregunto en cuanto estará valorado hacer el ridículo de tal modo. Mas que nada porque ese dinero sale de nuestros ahogados bolsillos.
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