Dos kilos de mandarinas
Hay detalles importantes que uno no descubre hasta que tiene que hacer la compra por si mismo. Una de esas cosas que hacen que me guste ir al supermercado es la fruta de temporada. No hay mejor señal de que empieza la primavera que ver los espacios de frutería llenos de cestos de fresas. Es el momento de mayor consumo y de menor precio. Por una vez la naturaleza gana a las leyes de la oferta y la demanda y atiborra todas las casas de fresas a precios irrisorios (si lo comparamos con lo que sale ahora hacerse con una cestita de 250 gramos). Dos recetas para este manjar que llevo hechando de menos desde que desapareció por sorpresa semanas antes de comenzar el verano: Fresas con vinagre (parece asqueroso pero puedo asegurar que acabas bebiendo ese mejunje de fresa, vinagre y azucar como si fuese maná) y fresas con yoghourt griego (la mezcla perfecta, ni nata ni yoghourt normal).
Ahora podemos comprobar que estamos en pleno otoño porque las bolsas de dos kilos de mandarinas hacen montañas imposibles elevandose por encima de todas las demás frutas. Hoy he ayudado a rebajar un poco ese montón llevándome una de esas bolsas y todavía esta por ver si podré acabar con ellas yo sólo antes de que su piel se ablande. He hecho el calculo y creo que tengo que consumir una media de cinco mandarinas por día. No creo que necesite ayuda porque ahora tienen ese punto acido que me hace apretar los labios contra los dientes con un gusto sádico pero si alguien gusta yo invito a mandarinas. Tengo de sobra.
1 Comments:
Póngame un cuarto.
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